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La brújula del alma está marcando el Sur

La Transfiguración

La Tierra Madre está donde el destino nos hizo nacer, por muy mal y desgraciados que allí nos sintamos. Nuestra misión es penetrar su sombra, envolvernos en su drama, hasta que de nuestro esfuerzo surja una claridad. Este es el sentido místico de la Tierra. Muchos huyen de sus destinos. Hay países, continentes enteros que escapan de ellos mismos.
Pero esta Tierra no podrá hacerlo; por que es demasiado hondo su destino y es dramática la zona del planeta en que reside. No hay, es cierto, aquí la alegría del futurismo, ni la fe en el mañana, sino una atmosfera destructora. El peso de la sombra y de la noche nos dobla las espaldas. Pero no es huyendo de esta realidad como la superaremos, sino que penetrándola valerosamente, aceptándola en su verdad. Por ahora, no hay más camino que cruzar la Tierra Madre, llegar a sus confines, como a los extremos de nosotros mismos. Después, allá lejos sobre las montañas blancas, puede que encontremos el Oasis.

La Tierra es un ser vivo y nosotros somos sus frutos. No da lo mismo nacer y crecer en el Sur del mundo que en el Norte, o en el Centro. El ser se condiciona distinto en sus esencias. El paisaje de esta Tierra, el del Sur del mundo, es un paisaje psíquico moral. Quienquiera que viaje por el Sur sentirá que sus peligros no son físicos sino morales. La selva aquí no es tropical; infestada de reptiles venenosos, animales feroces y pantanos pútridos. No hay salvajes ni caníbales, ni pigmeos asesinos. Hay sólo vegetación solitaria, el paisaje extático, la cumbre inmensa. Sólo la lluvia, el aire sutil, insinuante, la soledad. La Tierra por lo general es caminos, un camino, el último camino. Nada comienza ya, nada prosigue. Todo se acaba "termina" la vida.

Pero, la lluvia cae. El agua crece, circula, se moviliza. La nieve se extiende sobre las cumbres. Y el árbol sube y expande su empapada vida de ramas ondulantes. Debajo crecen las raíces, los musgos; íntima vida, “comienzo” del camino. Y la roca impresionante se retrotrae por toda partes. Es el país del fin, mas que del principio. Del fin de la vida física. En cambio hay una luz sublime en las montañas, una señal que impulsa a soñar con un destino superior. Es por eso que el paisaje de esta Tierra Madre es finalista y espiritual. Si aquí termina la vida en este mundo físico, duro e imperfecto, el alma la prolonga en otra realidad. En el agua; símbolo del inconsciente y de los terrenos íntimos y profundos.

Desconectados de su tierra en el presente, sin órganos para compenetrarse del paisaje, los que aquí nacemos morimos y penamos, intuyendo un posible y lejano camino de salvación. Pero algunos carecen de la educación necesaria para comprender, obstaculizados por la impresión de un espíritu ajeno, no son aptos para evolucionar y sobrevivir. Sólo aclimatándose a los fríos y eternos aires polares. Podrán los hombres adquirir las condiciones para vencer la tierra. Que esto ha sido así desde antaño, lo comprenderemos al encuentro con las raza primitivas que habitaron el Sur de esta Tierra Madre. Los peligros son morales, porque el alma puede quedarse para siempre prisionera de estas tremendas regiones, imantada dentro del círculo mágico del paisaje. Convirtiendo al hombre en un hongo, en un ser vegetal, monstruo de corazón húmedo.
El camino de la superación es único. Se halla en el espíritu de la Tierra transfigurada, en la magia del destino superado. Por eso quienes nacemos aquí, no deberíamos seguir girando en círculos concéntricos de una historia acaecida de las corrientes fatales de la tierra. Es necesario elevarse a la conquista de los valores y de los arquetipos reservados para los Aventureros del Sur.

Cuando un hombre, siempre manteniendo los pies desnudos sobre el suelo, abre su frente y extiende sus brazos al firmamento, para ser iluminado por la el “fuego del cielo”, el rayo no se detiene allí, sino que desciende hasta las profundidades.
El advenimiento del Espíritu, por medio del hombre, produce el milagro de la transfiguración del mundo. El paisaje cambia, se interpreta, adquiere sentido. Todo se ordena se equilibra. Aquello que fue muerte y aniquilamiento, será ahora vida y creación. Los volcanes apagarán sus fuegos, los ríos no romperán sus cauces, los temblores no destruirán las ciudades y las olas serán detenidas en los acantilados. Los muertos; suicidas y héroes, resurgirán de sus tumbas, sacudiéndose la noche y las sombras.
Reanimados por la luz del destino, de su nuevo destino, transmutarán su historia.

Canción del Sur

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